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La musa

El poeta se sienta,
junto a su copa vacía,
bajo el cielo de plomo,
y con su corazón roto.
Y sonríe.
Porque si se llenara su copa,
y el sol le calentara,
y su corazón cantase,
su libreta no estaría llena.
Y, por eso, al instante
deja de sonreír.

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