Embrague roto.
Bueno, vamos a utilizar el blog, como todo el mundo, para contar nuestra vida, aunque a nadie le importe.
La historia es que ayer el coche me dejó tirado yendo a trabajar. Esto lo escribo hoy, porque ayer estaba muy cansado. Y gracias que lo escribo...
Bueno, la cosa es que desde antes de ayer las marchas empezaban a hacer cosas raras, no entraban bien, se calaba el coche. El coche no es mio, es del papa, y lo uso para ir a trabajar (y a hacer como que trabajo) de programador mercenario a una multinacional cerca del culo de Barcelona.
Bueno, la cosa es que el coche dejó de aceptar ninguna marcha cuando estaba punto de llegar a mi destino, al salir de Sabadell (pueblo en la espalda de Barcelona, no culo), mi móvil no tenía batería, y mi cara era la de Murphy comprobando que todas sus leyes se le acaban de cumplir al mismo tiempo.
La suerte es que pasó por allá mi jefe (no mi jefe de verdad, sinó mi jefe en este trabajo, aunque mi jefe de verdad de la buena es Randstad). Fue como ver a mi ángel de la guardia: me ayudó a sacar el coche de la carretera, me dejó su móvil y me dio el teléfono de la aseguradora (ya digo que soy un desgraciado con suerte, era la misma que la mía/de mon pére). Luego se marchó.
Después de dos horas y unos cuantos euros en el teléfono de un bar, llegó la grúa. Aquí entra en juego el segundo héroe del día.
Después de cargar el coche, y al intentar salir de Sabadell, el tercer héroe de la historia, a bordo de su cutretuneado golf, rozó a la grúa por detrás, salió luciendo sus pinta de neoBakala, alegando que la culpa era de la grúa, por girar donde no debía. El gruista, que medía media cabeza menos que el del golf, pero era el triple en anchura, saltó de la grúa, el chaval retrocedió, ya aquí empezó el segundo episodio de este quijotesco post. El chaval amenazó con llamar a una patrulla de policía, porque según él le habían destrozado el parachoques. La verdad es que el parachoques estaba algo rallado, pero supongo que el motivo era que casi llegaba hasta el suelo.
Después de un rato de dialéctica, una llamada en falso a los municipales, unas cuantas amenazas y unas cuantas páginas leídas del Diari de Terrassa, el chico desistió.
El conductor subió a la grúa, y tuvimos un bonito tema de conversación por el camino. Al parecer, el gruero era "cinturón negro de ninjitsu tercer round" (sic), y había sido portero de discoteca, y se lo tuvo que pensar mucho antes dejarle la cara hacia adentro al conductor del golf, y con unos cuantos regalos del ratoncito Pérez, además.
Al final pude llevar el coche al taller, un embrague roto, 500 euros, y por la tarde, después de pasar por el trabajo como un héroe, una víctima, un desastre y un retraso de cinco horas, mi hermano había traído el coche, como una seda, y con una caja de pizza que contenía el disco de embrague.
Cada día se aprende algo nuevo-
Algunos días varias cosas...
La historia es que ayer el coche me dejó tirado yendo a trabajar. Esto lo escribo hoy, porque ayer estaba muy cansado. Y gracias que lo escribo...
Bueno, la cosa es que desde antes de ayer las marchas empezaban a hacer cosas raras, no entraban bien, se calaba el coche. El coche no es mio, es del papa, y lo uso para ir a trabajar (y a hacer como que trabajo) de programador mercenario a una multinacional cerca del culo de Barcelona.
Bueno, la cosa es que el coche dejó de aceptar ninguna marcha cuando estaba punto de llegar a mi destino, al salir de Sabadell (pueblo en la espalda de Barcelona, no culo), mi móvil no tenía batería, y mi cara era la de Murphy comprobando que todas sus leyes se le acaban de cumplir al mismo tiempo.
La suerte es que pasó por allá mi jefe (no mi jefe de verdad, sinó mi jefe en este trabajo, aunque mi jefe de verdad de la buena es Randstad). Fue como ver a mi ángel de la guardia: me ayudó a sacar el coche de la carretera, me dejó su móvil y me dio el teléfono de la aseguradora (ya digo que soy un desgraciado con suerte, era la misma que la mía/de mon pére). Luego se marchó.
Después de dos horas y unos cuantos euros en el teléfono de un bar, llegó la grúa. Aquí entra en juego el segundo héroe del día.
Después de cargar el coche, y al intentar salir de Sabadell, el tercer héroe de la historia, a bordo de su cutretuneado golf, rozó a la grúa por detrás, salió luciendo sus pinta de neoBakala, alegando que la culpa era de la grúa, por girar donde no debía. El gruista, que medía media cabeza menos que el del golf, pero era el triple en anchura, saltó de la grúa, el chaval retrocedió, ya aquí empezó el segundo episodio de este quijotesco post. El chaval amenazó con llamar a una patrulla de policía, porque según él le habían destrozado el parachoques. La verdad es que el parachoques estaba algo rallado, pero supongo que el motivo era que casi llegaba hasta el suelo.
Después de un rato de dialéctica, una llamada en falso a los municipales, unas cuantas amenazas y unas cuantas páginas leídas del Diari de Terrassa, el chico desistió.
El conductor subió a la grúa, y tuvimos un bonito tema de conversación por el camino. Al parecer, el gruero era "cinturón negro de ninjitsu tercer round" (sic), y había sido portero de discoteca, y se lo tuvo que pensar mucho antes dejarle la cara hacia adentro al conductor del golf, y con unos cuantos regalos del ratoncito Pérez, además.
Al final pude llevar el coche al taller, un embrague roto, 500 euros, y por la tarde, después de pasar por el trabajo como un héroe, una víctima, un desastre y un retraso de cinco horas, mi hermano había traído el coche, como una seda, y con una caja de pizza que contenía el disco de embrague.
Cada día se aprende algo nuevo-
Algunos días varias cosas...
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